miércoles, noviembre 09, 2005

FELICIDAD MATEMATICA.

Antonio Muro

Intentando hacer una aproximación a la felicidad usando símiles matemáticos cartesianos necesitaríamos en primer lugar un sistema de coordenadas. El eje X puede representar perfectamente el devenir del tiempo desde nuestro nacimiento (origen de coordenadas) hasta la muerte que le convertiría en segmento. Al eje Y podríamos llamarle Estado de Ánimo.


En este sistema podríamos representar la evolución de múltiples variables que influyen en nuestra vida, que se podrían dividir si se quiere en dos grandes grupos: las relativas al cuerpo y las relativas al alma (mente, espíritu o como se le quiera llamar). La valoración de cualquiera de esas variables podría ser positiva o negativa, o si son necesidades y están cubiertas o no, se les asignaría un valor positivo o negativo respectivamente.

Sumando los valores de cada variable en cada momento obtendríamos una resultante a la que hemos dado en llamar estado de ánimo. Si se mantiene en zona positiva le llamaremos Felicidad y si estamos en zona negativa le llamaremos Tristeza.

El resultado de la gráfica es completamente subjetivo. Va a depender en primer lugar de las variables que consideremos (una simplificación, con connotaciones musicales, sería: salud, dinero y amor) y en segundo lugar de la ponderación (escala de medida) que usemos para valorar a cada una. En este punto entroncaríamos con aquel vino filosófico tan interesante sobre los tres valores esenciales de cada uno y la importancia o peso específico que le adjudicamos a cada uno.

El hombre tiene una capacidad que demuestra su inteligencia y es la de acomodarse a las circunstancias de la vida, adaptarse al medio que le ha tocado vivir. Esto tiene un efecto de moderación en esa escala de medidas que provoca una atenuación de efectos en el tiempo. Esto hace que en líneas generales la curva de todas las personas se encuentre siempre en zona positiva de felicidad. Aquellas cuya apreciación sea negativa o de tristeza por un periodo largo, podemos pensar que se encuentra sumido en una depresión, considerado un grave problema de salud.

La tónica general de comportamiento de la curva será sin grandes variaciones debido a la influencia de múltiples variables que pueden verse compensadas unas con otras y en la que se podrán distinguir algunos picos de sierra correspondientes a grandes alegrías o penas que conforman los grandes hitos en nuestras vidas y que siempre recordaremos como pueden ser las bodas, nacimientos de hijos, fallecimientos, cuando te toco la lotería, etc. Es precisamente coincidiendo con esos grandes picos de sierra cuando tomamos conciencia del nivel de felicidad, cuando auscultamos el estado de ánimo, mientras tanto nos movemos por el terreno de la felicidad sin darnos cuenta. El extractarlo en una sola variable como puede ser la salud nos ayudara a comprender este razonamiento. Mientras estamos sanos no nos acordamos de ello, no saboreamos cada instante de plenitud. Cuando viene la enfermedad nos damos cuenta de lo que hemos perdido, pero tampoco por mucho tiempo, ya que si la enfermedad es larga acabaríamos aceptándola, integrándola y efectuando el cambio de estado.

El Hombre ante circunstancias duras y adversas en la vida tiende a asimilarlas y a aceptarlas en un proceso paulatino si es que le acompañan desde su nacimiento y a resolverlas en un proceso de duelo si son sobrevenidas. Después el ritmo de la vida que sigue y sin duda la necesidad del hombre de ser feliz hacen que supere esas circunstancias o situaciones, reordene las variables y reconsidere los pesos específicos otorgados a cada uno de sus valores de manera que la resultante de su estado de ánimo quede del lado de la felicidad.

Un ejemplo claro y vital de esta necesidad del hombre de ser feliz lo protagoniza a diario Alison Lapper. Una mujer a la que la talidomida la dejo sin brazos y con unas piernas cortas y sin rodillas, que se ha superado a si misma, consiguiendo terminar su carrera de Bellas Artes, sacar el carnet de conducir, tener un hijo y criarlo y mantenerlo con su trabajo como pintora con pies y boca. Hoy una estatua enorme de mármol blanco que la representa a ella, luce sobre una columna en Trafalgar Square, como reconocimiento del pueblo de Londres. Ella lo verbaliza así: “Tengo muchas cosas que probar. Más que cualquier otra persona, así que decidí tener una actitud positiva. Yo también tengo derecho a ello, aunque tenga que estar continuamente peleándome con las barreras y los límites”. (Se puede consultar una breve biografía en http://www.imagina.org/arte/lapper.htm).



Alguien puede pensar que esta teoría de la Felicidad Matemática se debe a que la formulo desde una posición socioeconómica y cultural normal en una sociedad democrática desarrollada o a que soy un “optimista antropológico”, pero yo creo que todas las personas por muy malas circunstancias personales o sociales en que se encuentren tenderán a modificar sus parámetros y su naturaleza buscará la felicidad ya que esta es una necesidad vital.

Poniéndonos en el punto de vista del pesimista que piense que las personas machacadas, que vivan en sociedades dictatoriales, en la más estricta pobreza, que no les deban nada a la vida, no pueden ser felices jamás, significaría que habría sociedades y pueblos enteros condenados a la amargura y a la depresión. En la tristeza no se puede permanecer mucho tiempo sin el riesgo de la depresión. ¿O sí?